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lunes, 15 de noviembre de 2010

El amor a los mayores



Érase una vez un hombre viejo, arrugado, al que ya le costaba andar y al que ya se le empezaba a caer la baba. Su única familia eran su hijo, su nieto y su nuera, aunque ellos le estaban dando de lado y ya no le prestaban atención. Acabaron por ponerle en una habitación solo y sin ninguna clase de atención ni de cariño por parte de su familia. Le daban de comer en un plato de barro con escasa comida y la mayoría de las veces estaba fría o recalentada del día de antes.

Por todas estas cosas el hombre se sentía inútil y abandonado; por eso siempre estaba triste y llorando. Se pasaba el día llorando en una de las esquinas de la habitación, sintiéndose impotente y esperando tristemente el día de su muerte, ya que nadie en el mundo lo quería ni lloraría su fallecimiento.

Un día, mientras el desgraciado hombre estaba comiendo la escasa comida que le ponían, el plato de barro que sujetaba con sus temblorosas manos cayó al suelo. Cuando su nuera se dio cuenta de lo ocurrido se enfadó mucho y empezó a gritarle.El anciano, como siempre, agachaba la cabeza y dejaba que sus lágrimas le corrieran por la cara.

El niño empezaba a darse cuenta de lo que ocurría en su casa y pensaba que, lo que sus padres estaban haciendo a su abuelo, no era lo correcto, o así se lo hacían creer ellos.

Un día sus padres se lo encontraron recogiendo trozos de madera del suelo. Su padre le preguntó -¿Qué haces hijo? Y éste le contestó -Recogiendo trozos de madera para construir un plato para dar de comer a mis padres cuando sean mayores.

Los padres se miraron en silencio y fueron a sacar al abuelo de aquella habitación. Desde aquel día el abuelo no volvió a comer solo y tuvo el cariño y amabilidad que se había merecido desde un principio.


Autora: Cristina Ruiz Ropero. 6º de Primaria. Aldea de Lagunillas.

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